Las cholitas de Euskadi en los Galayos
Todo empezó un jueves 2 de junio después de dar una vuelta en BTT
por Azaceta y San Vitor, mientras compartíamos un Gin Tonic light muy rico noté
como una emoción recorría todo mi cuerpo. En ese momento fue cuando realmente
me di cuenta de que el plan iba viento en popa. Esto es un
secreto entre nosotrxs, últimamente cuando mis Cholitas me proponen una
aventura digo SI sin pensármelo, me dejo llevar y confío en
gente auténtica (a lo mejor cualquier día me la lían 😊). Desde ese momento estuve pensando en la
aventura que me esperaba (nada comparable a la magnitud de vivirlo en persona,
sobre todo por el lugar y la compañía). Nervios y más nervios (aquellos
que tienes cuando no tienes el control) y emoción por lo nuevo y
desconocido. Me preguntaba qué poner en la mochila, qué material
necesitaba, qué comida, qué ropa, etc…. nervios y más nervios… Para que
os hagáis una idea la sensación era parecida a la que tuve cuando hice mi
primer viaje sin papis, aquel que haces cuando terminas octavo de EGB (¡¡si yo
fui a la EGB!!).
Lunes 13 de junio, ya pasadas 24h de nuestra vuelta a Vitoria, me siento
delante del PC con una energía y alegría desbordante para compartir con
vosotrxs nuestra experiencia desde lo vivido con mis propios ojos y mis
emociones, con el simple objetivo de convenceros de un nuevo lema que
acompaña en mi operación cometa … “déjate llevar”, pero, sobre
todo: “¿Y por qué no hacerlo ahora? ¿Qué nos lo impide? ¿Qué necesidad
hay de dejarlo para otro día pudiéndolo hacer ahora mismo?” Sabias
preguntas que un día nos soltó cholita la sabia y a más de una nos caló
y nos dió que pensar.
Mi imagino que os estáis preguntando, el porqué de tanta emoción, ¿no? Pues
es fácil, las cholitas escaladoras (la fisurera, la sabia
y la guindilla) nos habían preparado a la cholita de bilbao y a
la cholita katalanix un fin de semana en los Galayos (ésto
incluye mi primera experiencia vivac). Para muchos de vosotrxs probablemente
sea poco emocionante, pero para mí podía ser una de las experiencias más
emocionantes vividas hasta ahora; sobre todo por el lugar, por la compañía,
por el momento… Simplemente deciros que en 7 meses he pasado de ir a hoteles de
5* con spa y masaje incluido, a dormir a 1.900 m de altitud a la intemperie con
un simple saquito de dormir y una esterilla, con tormenta y con el baile de la
muñeca guindilla incluida…. y sinceramente me quedo con la última experiencia,
así que aquí nuestra aventura.
Llega el viernes 10 de junio al mediodía, el coche cargado con una mochila
de 16 kilos llena de energía, vitalidad y mucha emoción; me dirigí a
recoger a cholita guindilla y cholita bilbaína. Había preparado
una hoja de ruta que se la di a cholita bilbaina para que se convirtiera
en mi copilota, por su tranquilidad y saber estar. Optamos por dejar que cholita
guindilla descansara y cargara la batería, era nuestra guía, nuestra gurú y
había que cuidarla más que nunca. Me imagino que muchxs os estáis preguntado el
porqué de una hoja de ruta a mano y no usar el GPS del coche o el Google Maps.
Fácil, simplemente… déjate llevar y disfrutar de un viaje de orientación desde
el Km 0 y porque también simulan las reseñas de una vía de escalada, y esto era
lo que íbamos a vivir durante un fin de semana. El viaje transcurre con total
normalidad en un ambiente muy agradable, amenizado por una amplia banda sonora.
Vamos alcanzado nuestros pequeños objetivos hasta que llegamos al punto más
conflictivo de la ruta, así que según lo previsto tomamos la dirección equivocada…
cholita guindilla se percató de que algo pasaba, conectó el muñeco
Google Maps y sutilmente nos comentó: “vamos dirección a Segovia”, es
decir, sentido contrario a Ávila. Habíamos cogido la N-110 en dirección
contraria a lo estipulado. Sabíamos que podía pasar, aún así queríamos una
aventura en todos los sentidos, y liberar a cholita guindilla de
mochilas para que se relajara, pero también le agradecemos que estuviera
atenta; sino en lugar de subir Galayos nos comemos un cochinillo en Segovia. 😉 Su gran preocupación era que debíamos llegar pronto a Nogal Barranco para
hacer la aproximación a Galayos con luz de día (dos horas y media de
aproximación), sino había peligro de perdernos en la parte final de la
ascensión, la parte donde hay que trepar entre inmensas rocas. Así que
recalculamos y seguimos por el buen camino, llegando a Nogal del Barranco a las
18:30. Una vez cargadas las mochilas a nuestras espaldas llenas de emoción y
alegría empezamos la aproximación.
Los primeros dos kilómetros fueron duros por la solana que pegaba más que por el desnivel. El camino
estaba muy bien marcado, al estilo calzada romana lo que hace que las
puntitas de los palitos se metieran de vez en cuando por algún agujerito entre
piedras, rompiendo el ritmo frenético e impidiendo coger coronitas de Strava.
Arriba nos esperaban cholita fisurera y cholita la sabia, quienes
ya llevaban 5 días empotrando como nadie por las placas y agujas de Galayos.
Lo que más me sorprendió de la subida fue que ya desde el Km 1 pudimos
ver la inmensidad de donde estábamos y lo pequeñitas que parecíamos, pero
al mismo tiempo también muy grandes. En el recorrido nos encontramos con un par
de fuentes, la más conocida es la del Tío Macario, donde aprovechamos para
refrescarnos y divisar las ZETAS (un camino zetudo por donde teníamos
que subir antes de llegar a la trepada final que nos llevaría al Refugio
Victory). También les enviamos un WhatsApp a las cholitas de la cima para que
fueran controlando el tiempo… y por qué no para ver si bajaban a hacernos de
sherpas… pero esto no coló 😉
Íbamos avanzando y de vez en cuando nos permitíamos el lujo de posturear,
en el fondo nos gusta. No sé si se nos da bien o mal, sinceramente no me
importa, lo que si se es que son momentos de muchas risas, primero de nosotras
y después también de nosotras, ¿se puede decir complicidad?
Una vez en las Zetas, cholita guindilla nos decía “mirad que
bonito el camino marcado por donde hemos ido”, y si sin que sirva de
precedente tenía mucha razón. IM-PRE-SIO-NAN-TE
Terminadas las Zetas llegamos a la zona de trepada y el agotamiento iba haciendo mella, el peso en
la espalda cada vez era más grande y parecía que las mochilas iban ganado kilos
a medida que iban pasando los metros; pero la emoción por llegar al Victory y
ver a las cholitas escaladoras podía más que el dolor. ¡¡¡VAMOS CHOLIS!!!
Aún sabiendo que debíamos llegar lo antes posible, también queríamos
disfrutar de la subida observando como a poco a poco las fisuras de las agujas
cada vez eran más notorias; un espectáculo de la naturaleza, imposible
explicar con palabras; solo puedo deciros, no os defraudará. Tanto cholita
bilbaina como la katalanix estábamos alucinando, era nuestra primera
vez y aunque para cholita guindilla no podía percibir que estaba
disfrutando del viaje y del recorrido como si fuera su primera vez. Nosotras
disfrutábamos de sus explicaciones. Creo que puedo decir alto y claro, que
habrá un antes y un después de Galayos.
Gracias cholita guindilla por cuidar de las jóvenes promesas en todo
momento y sobre todo por quererlo compartir con nosotras, ya sé que estás
orgullosa de nosotras y aunque a veces te rompamos los esquemas es porque no lo
podemos evitar (y que sepas que no lo llevábamos preparado, espontaneidad pura
y dura), simplemente disfruta.
Y por fin después de 5,4 km y 850 m de desnivel positivo llegamos al
Refugio Victory donde choilta
fisurera y cholita la sabia nos estaban esperando con los brazos
abiertos. La emoción me embriagó al verlas y poder abrazarlas de nuevo, no es
fácil de expresar lo que sentí en eso momentos; hacía una semana que no nos
veíamos y parecía que había pasado una eternidad (sobre todo por dónde
estábamos). Solo sé que fue muy especial, yo la katalanix de hotel 5*,
no daba crédito a lo que estaba haciendo. Para muchxs puede ser una tontería,
pero para mí es imposible describirlo sin que mi piel se erice por momentos.
Pero la cosa no había acabado aún, las cholitas nos había reservado una
suite de 5 personas un poco más arriba del refugio y desde donde se podía
divisar toda la inmensidad del valle. Tanto cholita bilbaina como la katalanix
flipábamos y no nos podíamos quitar la sonrisa de la cara.
Una vez montado el vivac, tocaba el momento bocadillo de tortilla de
berenjena que la cholita katalanix había preparado para disfrutar
durante las 5 horas de coche más las 3 horas de aproximación. Al final
decidimos conservarlo hasta la cima y compartir una cena de gala para cinco.
Ellas no lo saben, pero tanto a la cholita fisurera como a la sabia
se les cambió la cara de golpe; dejaban los “yatecomos” por algo un poquito
mejor, un buen recovery ¡además de jamón del bueno! 😉
Las escaladoras aprovechan este momento para decidir las vías que iban a
escalar al día siguiente, reseña arriba, reseña abajo, al final decidieron
ir a por tres vías en un día: Game, sendero comanche y la gran fisura.
Comentaban cosas como 6b, 6a+, nos tenemos que llevar, dos 3, tres 4, un 5 y 1
seis. Aunque me suena un poco a chino me gusta escucharlas cuando hablan,
porque transmiten una enorme pasión por lo que hacen, además de que
personalmente las admiro, SOIS MUY GRANDES. La cholita guindilla estaba
nerviosilla porque no sabía si estaría a la altura, ahora le da más al BTT y al
enduro que a la escalada, pero yo digo que las viejas roqueras nunca mueren, y
ella es un ejemplo.
Empieza a caer la noche, empiezan a deslumbrar estrellas en el cielo, era
hora de ponernos dentro del saco y dormir, pero antes de esto cholita la
sabia comentó que merecía la pena ver la luna a las 3 de la noche, y
quedaron en despertarse para verla. Yo ni me enteré, pero sí que me desperté un
momento a la noche, creo que eran sobre las 3 y la vi, me pareció un regalo de
la naturaleza, una gran bombilla blanca que se asomaba entre las agujas de
Galayos para alumbrarnos...todo un espectáculo.
Sábado 7 de la mañana, nos despertamos y tomamos unos cuantos litros de
café con un desayuno made in vivac para coger fuerzas.
A las cholitas escaladoras se las veía con ganas de atacar esas fisuras y
empotrar como nunca, ellas 3 juntas de nuevo. La bilabina y katalanix,
las jóvenes promesas, teníamos otros planes, subir al Pico la Mira
(2.343 m). No teníamos prisa, teníamos todo el día y queríamos ver
como las paredes se iban llenando de escaladorxs, parecían hormiguillas de
colores trepando árboles. Sentarnos delante las agujas y contemplar a
nuestras cholitas como iban subiendo poco a poco. En la primera vía cholita
la sabia abría, la guindilla iba de segunda y la fisurera
atrás. En cierto momento parecen tres chorizos colgadas de la pared, pero una
obra de arte al esfuerzo y al valor. Y como dice la cholita guindilla: “No importa el grado ni tan siquiera el
Renombre de la vía... Lo realmente importante es con las personas k compartes
ese momento”. Le voy a
tener que dar otra vez la razón, lo que hace grande un momento es con quién lo
compartes.
Llego el momento de las jóvenes promesas, la bilbaina y la katalanix,
empezamos nuestra ruta andarina hasta el Pico La Mira, sin prisas,
simplemente disfrutando y con modalidad de “solo integral”. Poco a poco íbamos
ganado altura trepando por rocas grandes convertidas en diminutas por la
inmensidad que nos rodeaba y hablando de la vida: “A veces para lograr el equilibrio, hace falta aprender a
pararse sobre las piedras del camino”.
Nuestra ascensión continuó hasta que llegamos a una piedra estilo
plataforma, quedando embelesadas por el paisaje y sin darnos cuenta, nos
quedamos hablando y hablando un buen rato. Hay que disfrutar de estos momentos
únicos en compañía de gente auténtica. Gracias por todas estas conversaciones y
confidencias que nos ayudan a seguir creciendo. Proseguimos nuestra ruta hasta
coronar y llegar a una especie de torreón/bunker donde se podía divisar a 360°
la inmensidad del valle. ¡¡No podía faltar el postureo!!
Después de un relajado hamaiketako emprendemos el camino de vuelta. Nos
paramos para remojarnos los piececillos en una especie de fuente con una pocita
donde el agua estaba fría, bueno más bien muy muy fría incluso para la bilbaina
del norte, pero al mismo tiempo terapéutica… y a lo lejos unos toritos nos
seguían atentamente con la mirada.
Decidimos que las jóvenes promesas tenían que abrir una vía nueva, así que
tomamos un camino alternativo que nos llevaría directas a nuestro vivac. Para
ello tuvimos que usar 2 treses y 1 cuatro para poder encadenar varios largos y
alcanzar nuestro objetivo. En el descenso la bilbaina sacó todo su arte
empotrándose entre las rocas y la katalanix metía la uña para salvar la
fisura. Incluso la bilbaina tuvo que hacer King swing para salvar un
largo, como baila la jodida encima de la roca al compás de Come Fly With Me
de Frank Sinatra. Estas jóvenes promesan cada vez parecían menos promesas.
¿Podrán realmente convertirse en una realidad? Solo es cuestión de tiempo. 😊
Una vez abajo, era nuestro momento cerveza en la única sombra que había al
lado del refugio y conversando con los escaladorxs que nos preguntaban que vías
habíamos hecho (entre nosotrxs: parecíamos escaladoras de verdad). Lo que más
me gustó de ese momento, a parte de la compañía, es poder disfrutar de la calma
y tranquilidad mientras observábamos a nuestras cholitas escaladoras que
seguían en modo chorizo en la pared. De vez en cuando un grito de VAMOS
CHOLITAAAASSSS, que ellas nos respondían con un movimiento coordinado de manos
y brazos (es que están coordinas incluso para esto). Además de ser coordinadas,
también son vascas, es decir, se las oye a leguas de distancia. Entre nosotras
íbamos comentado, escucha, ésta que grita es la sabia. Nos imaginamos
que estaba dando sabios consejos a escaladorxs que habían decidido desvirgarse
en Galayos, no es lo más común; por hacer una comparativa es decir que como sin
subir al Gorbea decides ascender al Aneto. Las tres cholitas escaladoras
disfrutaron de una jornada muy agradable de escalada, se les veía a la cara
cuando bajaron (sobre todo a la guindilla), no solo por lo que les gusta
el modo chorizo en la pared, sino porque comparten momentos únicos de amistad,
complicidad, superación y trabajo en equipo, realmente son un equipo, son
una, y yo siempre las querría en el mío. Seguramente hubieran estado más
tiempo escalando, siempre quieren más y más, pero optaron por una sabia
decisión y vinieron a nuestro encuentro para degustar cerveza + refresco social
(¡¡se comieron todas las nueces!!). Aprovechamos ese momento para explicarles
nuestra ruta y el tipo de vía que nos habíamos sacado de la manga. Ese también
fue un momento para el recuerdo, risas y más risas; ¡Cholis!, gracias por ese
momento tan especial.
El hambre empezaba a parecer y decidimos subir a nuestro vivac para empezar
con el ritual de la comida-merienda-cena de gala que tenían preparada… los
famosos “yatecomos” acompañados con unas virutas de jamón al estilo Ruby y un
jugoso caldito a las finas hiervas. Como aperitivo jamón del bueno, bien sudado
a palo seco (eso era gloria bendita) y de postres cacahuetes, que según decían,
de los buenos 😉. El tiempo iba pasando, y yo hubiera parado el
tiempo en ese momento cuando estábamos las 5 allí divirtiéndonos y conversando
y/o bien al juego de directa va, directa viene y que no te pille en el medio y
si te pilla pues simplemente ríete. Pero si hay un momento estrella, es el
momento bautismo de las jóvenes promesas. Tanto la bilbaina
como la katalanix equipadas con todo el kit y posando como auténticas
escaladoras, las risas eran incesantes y un momento donde la verdad es que
ambas estuvimos por todo lo alto en su papel de escaladoras, que se espabilen
las pros que pronto les vamos a superar en grado… bueno en grado de cerveza,
seguro. 😉
La noche caía, preparamos el vivac sabiendo que posiblemente esa noche
iba a caer tormenta, así que teníamos todo preparado for if the flies.
Unas gotitas cayeron en mi cara y me despertaron, pensé…. Oh, oh, la tormenta…
mi segunda noche de vivac y me pillará la tormenta. Miraba a los lados y
ninguna cholita se movía, todas estaban en sus dulces sueños. De repente la
frecuencia de las gotas aumentó y al darme la vuelta vi dos cholitas
completamente sincronizadas al estilo Gema Nengual y Ona Carbonell en las
olimpiadas, sin levantarse se colocaron la funda vivac se encerraron en ella,
media vuelta y a seguir durmiendo. En ese momento claramente me di cuenta que
nos teníamos que cubrir para evitar empaparnos. Lo que empezó siendo una
prometedora tormenta terminó siendo 4 o 5 gotarrones, pero suficientes para que
el agua se filtrara en el saco de cholita guindilla… y en ese momento
empezó el baile de la guindilla al estilo Chiquito de la Calzada. Ella
con su frontal a toda mecha empezó danzando: saco para arriba, saco para abajo,
ahora la funda vivac, ahora la esterilla tiene un charco… a un ritmo tan
frenético que parecía el faro que guía a los pescadores al volver al puerto
cuando están en alta mar. Nadie de nosotras gozaba decir nada, simplemente
cerrábamos los ojos para intentar dormir y esquivar la luz del frontal que se
iba reflejando en las mantas térmicas, alumbrando a todo Galayos. La tormenta
pasó, bueno honestamente creo que no llegó a tormenta, aunque alguna gente del
campamento base incluso dijo que había caído granizo…si es así, ni nos
enteremos.
Domingo, la cholita fisurera y la sabia madrugaron como de
costumbre y salieron a por su reto: conquistar la vía Zeppelin, que
surca la cara NW del gran Galayo por su zona más vertical (recuerdo que decían
que se tenía que llevar 2 treses, 2 cuatros, 1 cinco y 1 seis). No se
despidieron porque su intención era hacer el sube baja y encontrarnos en el
Nogal del Barranco para la comida y el txonbito en las pozas. Mientras cada vez
las divisábamos más pequeñitas, nosotras desayunamos, recogimos todo el
apartamento de fin de semana e incluso nos dió por cultivar la paciencia y el
trabajo en equipo metiendo las mantas térmicas en sus bolsitas originales.
Desayunamos,
contemplamos por última vez las cabritas (envidia sana ver con la libertad
que surfean por el monte) y empezamos nuestra ruta de descenso.
La bajada es por el mismo camino y aunque muchxs os podáis imaginar que es más
fácil, es dura por el desnivel y el terreno que hace que tengas que retener
todo el peso con los cuádriceps. El camino fue muy agradable, tipi-tapa y con
charleta incluida y nuestro último selfie en altura de despedida, una despedida
que era más un hasta pronto. No quiero olvidarme del momento la niña de la
curva…
Llegamos en el Nogal de barranco,
con la clara intención de darnos el primer txonbito en unas pozas
espectaculares, escondidas entre las rocas, con una agua cristalina y pura que
cortaba la circulación para posteriormente quedarte como nueva.
Terminando
celebrándolo tal y como indica el lema: con una buena cerveza.
Era la hora de la comida y tal y
como nos dijeron cholita fisurera y la sabia llegaron para
compartir unas horas más con nosotras. Una comida agradable entre risas y más
risas, seguida de txonbito 2 y de un helado de dos bolas (antojo que
tenía la cholita fisurera) y que amablemente invitó la cholita la
sabia. Me hubiera gustado que el helado hubiera durado eternamente y así no
tener que despedirnos, pero las que no tenemos vacaciones teníamos que volver a
Vitoria. Abrazos, más abrazos y despedidas, pero una parte de mí se quedó allí
para seguir disfrutando de esta aventura.
El viaje de vuelta pasó muy rápido
recordado nuestro bonito fin semana, en mi caso quedándome con ganas de más. Me
fui de Vitoria con una mochila cargada de felicidad, ilusión, aventura y llegué
a Vitoria con una mochila aún más cargada de más felicidad, ilusión, aventuras,
nuevos planes y afortunada de estar rodeada de gente maravillosa que hace que
cada segundo tenga intensidad y emoción. Ahora nos toca a las jóvenes
promesas preparar algo y que las grandes roqueras se dejen llevar,
¿aceptarán el reto?
Gracias cholitas por dejarme
formar parte de vuestras aventuras, pero sobre todo por formar parte de mi vida. Me siento afortunada
de haber compartido mi primera experiencia vivac con vosotras, el lugar era
espectacular, pero con la compañía aun lo engrandeció más. Tener en mi equipo
gente como vosotras es solo motivo de orgullo y alegría, hacéis fácil lo que
parece imposible y siempre con una sonrisa; me fascina veros escalar… siempre
habrá un antes y un después de la balsa de Otazu.
Cholitas forever