Un verano más nos
preparamos para ir a Galayos. Pero este año todo es bastante diferente, y lo
planeado cambia en cada momento, no nos queda otra que ir adaptándonos; Galayos
siempre es “tranquilidad”.
El viaje iba a ser un
2-4-2. Y termino siendo un 2 a secas. Ido y yo íbamos a ir el martes por la
noche al parquin con intención de subir el miércoles y esperar allí a que Ana e
Izas subieran el viernes por la mañana. Y al final, las chicas motivadas no pudieron
venir y nos dejaron a Ido y a mi mano a mano con el Galayar.
Buscando la mejor
logística para que las articulaciones sobrevivieran a estos días, decidimos
subir el miércoles hasta el refu, escalar algo, dejar allí el material de
escalada y bajar a dormir a la furgo. Y así lo hicimos, pero cuando llegamos al
refu la nube iba y venia por las paredes, y en el segundo largo del diedro
Ayuso nos bajamos; Ido no podía respirar del frio que tenia, y escalar con la
técnica de empotre de muñones congelados no daba mucha seguridad.
El jueves daban lluvia y no teníamos nada que hacer, así que, descansamos en Guisando, y dejamos el porteo de vivaquear para el día siguiente.
El viernes llegamos al vivac, y otra vez todas las agujas cogidas por la nube, un poco bajón.
Nos metimos en el refu con el material preparado para ir a escalar, y cuando ya desesperadas empezamos a pensar en bajar a la furgo y volver a subir al día siguiente, abrió y nos fuimos pitando otra vez al diedro Ayuso. ¡Esta vez sí! Cima y en dos rapeles al suelo. ¡Qué bonita es esta vía!
Por la noche hacia frio. La que tenia fiebre y saco malo creo que no durmió muy bien, pero no se quejo demasiado…
¡El sábado por fin amaneció
despejado! En la zona del refu ya había ambientillo, e intentando huir del
gentío fuimos a una vía nueva recomendada por David el año pasado; Maestro
Mayagui (V+, 140m). Tres largos de V+ nos habían dicho. La vía no estaba mal,
pero estaba bastante crunchy y el último largo tenia unos trozos anchos, que a
mí se me hicieron peleones.
Bajamos a la canal y con ganas de hacer metros nos metimos en la Rivas Acuña que creo que desde que la hice la primera vez que estuve en Galayos no la había vuelto a repetir.
En el refu nos recibió Javi con un fuerte achuchón, y tras un poco de charleta nos fuimos a nuestro vivac a cenar y descansar. Esa noche templo un poco más, pero aun y todo hacia fresco.
El domingo volvimos a
salir con ganas de comernos Galayos! Espolón de los Montaraces, gran diedro y…
y a ver a intentar rapelar por la vía que en el último largo Ido vio volar
algo, y eran 3 totems que se caían de mi arnés!! Conseguimos llegar a pie de vía
del gran diedro y allí estaban! Contentas con llegar al suelo con todo el
material, dejamos las cosas en el pie de vía de la Santigo Rodolfo y nos fuimos
para el vivac haciendo la paradita en el refu.
Esta vez parecía que al espolón le han subido los grados, fuimos lentas y torpes. Sin embargo el gran diedro nos lo puso fácil y disfrutamos de sus tres largos más que la última vez.
Ese día si, Galayos se
quedo vacío. Solo estaba Javi en el refu y nosotras en nuestro vivac. Nos
encanta esa sensación.
Al día siguiente lo dimos todo en la Santiago Rodolfo; no estábamos escalando nada bien, Ido parecía que a ratos tenia fiebre, y yo no me encontraba nada cómoda. Terminamos la vía y en lugar de ir a por otra (raro, ¿verdad?) nos fuimos a un pocito a bañarnos y disfrutar del sol.
Por la noche la meteo empieza a poner que igual llueve el jueves. Yo le dije a ido que no me quería mojar, así que, decidimos bajar el jueves.
Es miércoles por la
mañana, la meteo cambia, puede que esa noche llueva; “Ido, yo no me quiero
mojar”. Recogimos todo y lo dejamos en el refu para al terminar de escalar
bajar a la furgo a dormir. Siendo el último día decidimos disfrutar de hacer
metros y nos fuimos a la oeste clásica y después nos metemos en la sur directa
al torreón. En otra época hubiéramos hecho la fisura margarita al bajar, pero
está claro que este año era diferente…
En el refu nos despedimos de Javi y la gente que se encontraba allí, y bajamos por las impresionantes “zetas”. Nunca dejan de sorprenderme, sobre todo cuando las veo desde alguna pared de enfrente.
En la canal que sube a las Berroqueras dejamos el material de escalar, y más ligeras bajamos a la furgo pasando por la poza. En el parquin no llovio en toda la noche, arriba no sabemos, pero yo por lo menos dormi tranquila.
Ultimo día, jueves. Subimos
hasta coger el material y fuimos canal arriba hasta pie de vía de “vía de las
tormentas”. Fuimos cómodas (igual demasiado, y este pensamiento nos hace sentir
raras; ¿teníamos que haber elegido otra?) y disfrutamos de la vía. Bajamos por
el espaldar entre setos quemados y gramíneas de metro 70 (eran 3 centímetros
más altas que yo, jaja). Llegando a la furgo nos juntamos con Javi que subía
con un porteo, que bonita coincidencia. Y a la altura del bar empezaron a caer
goterones, truenos y relámpagos. ¡Cumplido, no me moje!
Y así, sin mirar atrás, dejamos a Galayos llorando (de alegría, seguro). Fue un Galayos diferente; escalamos poco, escalamos mal, incomodas a ratos, nos faltaron Ana e Izas (que nos hacía mucha ilusión compartir con vosotras esos días), subimos más tarde y nos fuimos antes de lo pensado. Pero volvimos a casa contentas.
Galayos seguirá ahí y seguiremos yendo a oxigenarnos y llenarnos con su energía siempre que podamos; ¡tenemos una promesa de meñique Javi, no lo olvides!