Escalar una montaña de noche con el foco de una frontal.
El objetivo es ascender la montaña, pero la falta de recursos visuales, el miedo y la inseguridad, dificultan de una manera abismal el camino hacia la cumbre.
Preparas el material, el dispositivo necesario para ese fin. Te pones el arnés, los gatos, fijas al casco el foco más potente que has podido lograr, te atas la cuerda y te pones a trepar. La luz apenas ilumina nada, sólo puedes ver lo que tienes delante de tus narices. No miras atrás, ni tan siquiera para delante, sólo intentas avanzar metro a metro, cogiendo los pocos agarres que la escasa luz te permite. En esos primeros pasos tus emociones inundan todo tu ser, estas tan inmersa en ellas que ni tan siquiera te percatas de ello, sólo sigues ascendiendo. Las emociones son tan intensas que ni tan siquiera puedes diferenciarlas, te llevan presa hacia el siguiente movimiento. De esta manera enlazas un movimiento con otro. Ya ha comenzado el camino, ya has ascendido más de medio largo cuando, ¡ups! La luz del frontal que llevas en la cabeza se apaga, se ha gastado la batería.
No ves nada, la noche es oscura y no hay ninguna otra luz que te ilumine el camino. Es imposible continuar, no puedes avanzar a ciegas. Permaneces inmóvil agarrada fuertemente a una piedra. Puedes caerte y el último seguro que has puesto esta bajo tus pies. Identificas tus emociones: puedes hacerte daño.
No consigues deshacerte de esas emociones, pero identificarlas te ayuda a idear un proyecto. Sabes que puedes caer, así que piensas en la forma menos peligrosa para hacerlo. Estas en un diedro y el último seguro,. esta unos metros por debajo de tus pies. Si caes volaras unos 6-
Es el frontal de repuesto, es pequeño y da muy poca luz. Giras la cabeza a ambos lados, buscando nuevos agarres para ascender. Izquierda, derecha, subo pies, tiro con fuerza de un canto para superar el último resalte y estoy en la cadena. Una bocanada de aire y monto la reunión; recojo cuerda y grito: cuando quieras, estoy preparada para pillarte. Al otro lado de la cuerda alguién responde: voy.
Voy recogiendo cuerda y poco a poco aseguro al que sube por debajo. Al llegar junto a mí su respiración es fuerte y sus palabras: ¡qué sensación! menos mal que iba bajo cuerda.
No hemos llegado a la cima de la montaña, simplemente hemos ascendido el primer largo de siete que nos quedaban para llegar a la cumbre. Un camino ya comenzado, algún día estaremos en lo más alto.